Lo primero que quise
fue marcharme bien lejos;
en el álbum de cromos
de la resignación
pegábamos los niños
que odiaban los espejos
guantes de Rita Hayworth,
calles de Nueva York.
Apenas vi que un ojo
me guiñaba la vida
le pedí que a su antojo
dispusiera de mí,
ella me dió las llaves
de la ciudad prohibida
yo, todo lo que tengo,
que es nada, se lo dí.
Así crecí volando